En la década de 1920, un puñado de pintores latinoamericanos rechazaron el programa ideológico de Orozco, Rivera y Siqueiros, los grandes muralistas mexicanos. Los artistas más destacados de esta "nueva generación" fueron Rufino Tamayo y Carlos Mérida, los dos preferían la abstracción al realismo y las pinturas de caballete a los murales.
Tamayo ha ganado reconocimiento como una figura importante en el arte del siglo XX. Carlos Mérida merece un mayor reconocimiento por sus logros. Fue pionero de la abstracción en América Latina. Mérida, a través de su comprensión del arte moderno y las tradiciones plásticas de las culturas prehispánicas, ha sintetizado un lenguaje geométrico único.
Ya en 1920, Mérida estaba creando arte con raíces claramente americanos. Fue el primer artista en exponer al público mexicano al arte contemporáneo inspirado por la cultura india. En palabras del crítico Cardoza Y Aragón, "todo el problema de la cultura artística en América se estaba debatiendo en estas pinturas". Estas primeras obras, que a menudo recuerdan a Matisse, exploran en amplias áreas planas de color la belleza decorativa de los indios guatemaltecos. Diego Rivera quedó tan impresionado con las pinturas de Mérida que le pidió que ayudara a diseñar y ejecutar los primeros murales en la Escuela Nacional Preparatoria en la Ciudad de México. Posteriormente, Mérida pintó murales para el Ministerio de Educación. A mediados de la década de 1920, se sintió cada vez más atraído por el encanto más íntimo de la pintura de caballete.
Durante una visita a Europa en 1927, las pinturas de Mérida se volvieron más abstractas. Sus figuras indias del período son espectrales, pintadas con delicadas lavadas de color. El Dr. Gilbert Chase escribió admirablemente sobre esta fase del trabajo de Mérida:
Sus formas se volvieron menos geométricas, la fantasía tiene su propia posición y su composición es fluida. Un buen ejemplo es Profile (watercolor, 1928), en el que casi todo el espacio pictórico está ocupado por una cabeza de perfil claramente maya, que sirve de fondo para varias figuras de asiento más pequeñas agrupadas rítmicamente en toda la composición. Estas analogías musicales no son tan descabelladas cuando uno recuerda que Mérida había tenido la intención de ser músico, hasta que una discapacidad auditiva puso fin a esa esperanza.
La evolución de la obra de Mérida de los años 30 a mediados de los 40 revela una asimilación progresiva de la pintura europea moderna, en particular el surrealismo. Además de Klee y Miro, hay vislumbres de Picasso y Kandinsky. Es testimonio de la fuerza del arte de Mérida que, a pesar de estas influencias, sus pinturas siguen siendo claramente americanas.
González Goyri, el crítico de arte mexicano, ha dicho de las pinturas de Mérida:
Descarta lo superficial para retener solo lo esencial ... De la misma manera, los valores formales, la calidad plástica, aumentan: su línea se vuelve fluida, más sensible, sus formas se simplifican y se reducen a un diseño elemental. Las yuxtaposiciones dinámicas con un sentido del ritmo innato se introducen en lo que hasta ahora era estático. Las reminiscencias arqueológicas aparecen desde el poder, signos mágicos, elementos gráficos intrigantes de una obra plástica primaria ...
En los años 50 y 60 el trabajo de Mérida se volvió arquitectónico. Se interesó "en el arte integrado", es decir, el arte como parte integral de un conjunto arquitectónico más amplio. A través de la reducción geométrica transforma las figuras indias en sus pinturas. Se vuelven tan monumentales como su arquitectura circundante sin perder nada de su línea y texturas delicadas.
En los años 70, el trabajo de Mérida como abstraccionista alcanzó un apogeo. Su pintura conserva la vitalidad del color (rojo, azul, marrón, turquesa y naranja), pero las formas se vuelven aún más rectilíneas. Estas pinturas, con sus llamativos ritmos compositivos, rivalizan con lo mejor de Mondrian y Klee por la belleza de la estructura formal.
Hace sesenta años, Mérida fue pionero en una nueva dirección para la pintura en México y América Latina. Él integró el arte moderno y su herencia precolombina. Mérida hizo posible esta convergencia al separarse del muralista. Desde entonces, sus elegantes abstracciones han influido en generaciones de artistas. Tal vez Paul Westheim describió mejor a Carlos Mérida cuando dijo: "su pintura es música para los ojos de delicadeza sutil".
WM J L SHEEHY