Por William Sheehy
Propietario/Director, Latin American Masters
Traducido al Español por Laura Osio
El México del siglo XX se caracteriza por su notable legado artístico, un legado dominado por la figuración. Gunther Gerzso es la gran excepción siendo un gran artista abstracto. Desde 1948 Gerzso descubrió un nuevo espacio pictográfico para la pintura abstracta, un espacio que reconocía el espacio plano y restringido del cubismo y a la vez exploraba las vistas interminables del surrealismo tardío. A pesar de las intrigantes afinidades de sus pinturas con el modernismo europeo, las obras de Gerzso son distintivamente suyas, una síntesis única de abstracciones geométricas y de paisaje, arquitectura, y poesía del México precolombino.
Las pinturas de Gerzso aparecen como combinaciones de coloridos planos o paredes geométricas en capas una sobre otra. Áreas de superficie amplias con texturas que varían desde lo escabroso hasta pulidos como vidrio son contrastadas con áreas en receso sugiriendo un espacio interior más allá del campo visual. Gerzso utiliza la arquitectura analógicamente y por lo tanto en sus pinturas una abertura es un pasaje tanto al cuerpo como a la mente. Gerzso ejecuta sus obras meticulosamente e infiltra en cada detalle su manera de pintar que refinó a través de medio siglo. La perfección formal de las abstracciones de Gerzso sugieren solamente un aspecto del poder que tienen para atraer al espectador porque también son objetos muy personales con los que se puede asociar en muchos niveles.
Los sitios arquitectónicos del México precolombino son hechos de piedra cortada. Sus siluetas afiladas son una de sus características más definidas. Gerzso también restringe sus pinturas a configuraciones tipo bloque, poseyendo cada una las orillas afiladas de la masonería prehispánica. Al identificar sus pinturas con la arquitectura del México indígena, Gerzso afirma que a pesar de las influencias de la cultura europea, la suya es una visión artística con raíces en las Américas. Referencias formales a la construcción de piedra prehispánica reflejan la admiración que el artista siente por los objetos bien hechos, tan bien concebidos y ejecutados que resisten la incursión del tiempo.
La piedra es más que un material de construcción, es un material primordial, eterno e inexorable. Las pinturas de Gerzso tienen un impresionante parecido y sentir de la piedra gracias a sus sutiles mezclas de pigmento y piedras pómez. La densidad fija de la piedra se contrasta con los colores ricos y la textura de sus pinturas: verdes como junglas, ocres como desiertos, azules como minerales; las variadas imprentas de lluvia, viento, y arena. Más allá de una vivificación formal de su composición, el color y la textura son recordatorios del incansable poder de la naturaleza para transformar todas las cosas hechas por el hombre.
A pesar de ser abstractas, las pinturas de Gerzso son paisajes enraizados en la geografía vasta y variada de México. Cuando son vistos desde una perspectiva topográfica, estas pinturas son sobre la abstracción de la distancia. Puede parecer que las superficies sugieren junglas, mesas desérticas altas, o cuerpos de agua, pero permanecen tan lejanas que es difícil distinguirlas con claridad. La ilusión de distancia fuerza al espectador a usar su imaginación para completar la pintura. Paradójicamente, la misma pintura se puede leer convencionalmente en un eje horizontal y vertical. Se puede ver como un acercamiento o el detalle de una composición mucho mayor. Este efecto es reforzado por la manera en que Gerzso corta sus composiciones para sugerir una continuación más allá de la línea del marco, por la atención exquisita al detalle la cual lleva al espectador a los matices de glaseados y textura de las superficies, así como a las divisiones celulares de forma dentro de el marco de la composición completa.
Además de delinear formas, las líneas de Gerzso pueden flotar libremente como acentos líricos o como coordenadas enigmáticas. A menudo parece que las pinturas están iluminadas por detrás, que el área alrededor de ellas está pulida y esto hace que resalte su presencia discreta en la composición total. La línea también puede sugerir una incisión o un desgarre, la violencia de un terremoto o la agresión humana. Sin embargo, son las líneas curvadas de Gerzso las que son las menos esperadas. Con éstas, el transforma un paisaje creando los suaves dobleces de los lugares secretos del amor.
Gerzso era un magnífico colorista con una paleta completamente única. El podía según su deseo crear tonos verdes que evocan la transparencia serena del jade cortado tan delgado que la luz ilumina su afilado borde, o los verdes fecundos y terrenales de las tierras bajas del sur de México. En un momento sus tonos naranjas son tropicales, cálidos y llenos de luz solar, en el siguiente pasaje son duros y desnaturalizados como las luces de la Ciudad de México.
Hasta su muerte a los ochenta y cinco años Gerzso continuó creando pinturas que combinaban un sentido muy desarrollado de la poesía con una constante exploración pictográfica. En un país donde las tradiciones pictográficas eran definidas por figuración, Gerzso se atrevió a perseguir la abstracción. El creó un mundo de pintura de la metafísica de la piedra, de geometría inspirada por lo precolombino, y de paisajes terrenales y psicológicos. La primera vez que son vistas, las pinturas de Gerzso parecen remotas. No entregan sus secretos fácilmente. Sin embargo, al ser vistos repetidamente, revelan una presencia artística única: a la vez luminosa, impermeable, y más allá del alcance del tiempo.